domingo, 6 de mayo de 2012

Gerencia en Acción / Liderazgo, ética y corrupción


Gerencia en Acción / Liderazgo, ética y corrupción
 CHICHÍ PÁEZ
gerenciaenaccionve@gmail.com
http://www.gerenciaenaccion.com.ve/                                               
Twitter: @genaccion
“En muy diversas encuestas nacionales e internacionales se expresa un creciente descontento y desconfianza hacia los partidos políticos y con ello hacia la política”. M. Villoria Mendieta
El liderazgo debe entenderse como un proceso que incluye la influencia sobre la mente de la gente respecto de los objetivos, de las tareas y las estrategias de una  organización y/o un conjunto humano para que implementen lo conveniente y alcancen las metas propiciando la existencia de identificación entre sus miembros y su comunión con la cultura empresarial o ciudadana.
Para empezar, no existe una fórmula única y universal sobre liderazgo que sea plenamente operativa y útil. No existe un pozo de ciencia en el que se puedan pescar grandes verdades, sino una multitud de pequeñas verdades cuya utilidad es cierta pero reducida y que ha de utilizarse en el adecuado contexto y momento para que sus benéficos efectos puedan disfrutarse.
Los tratadistas Brown, Treviño & Harrison, definen el liderazgo ético de la siguiente manera: “Es la demostración de una conducta normativamente apropiada a través de las acciones y relaciones interpersonales, y la promoción de tal conducta en los seguidores a través de comunicaciones de doble vía, refuerzo y adopción de decisiones”.
La ética es un tipo de saber de los que pretenden orientar la acción humana en un sentido racional. Enfoques considerados: ética de las virtudes, ética deontológica, ética de las consecuencias, y ética dialógica, que es el deber ser.
La relación entre liderazgo y ética se ha planteado desde definiciones tempranas de liderazgo, aunque no ha recibido mucha atención en la investigación de esta área del conocimiento, sino sólo recientemente.
En su influencia sobre personas y conjuntos humanos, los líderes deben no sólo de abstenerse de abusar (ab-uso= mal-uso) de su poder y tratar a las personas respetando su dignidad, sino que deben incentivar la virtud al tratar de cambiar actitudes y comportamientos.
El ethos moral de una organización lo definen los líderes no solamente precisando estándares de comportamientos, así como conduciéndose ellos mismos según esos patrones, también motivando a los otros a seguirlos, premiando lo correcto y castigando lo inapropiado.
Precisamente, es la dimensión práctica de este escrito la que abre los mayores retos epistemológicos. Pero justamente es esa la que justifica en mayor medida su existencia, pues si no concurre una vocación de utilidad no queda claro a juicio de quien esto escribe, qué sentido puede tener investigar sobre liderazgo.
Es cierto que el mayor y mejor conocimiento es siempre necesario y recomendable, pero en los estudios sobre liderazgo usualmente existe -y conviene que exista ese saber-, además, una dimensión prescriptiva con la que se intenta ayudar a los nuevos líderes a desarrollar su trabajo con mayor eficacia y eficiencia Ahora bien, esta conveniencia no debe ocultar que, en las abstracciones (entre otras: teorizaciones y recomendaciones) de liderazgo no es sencillo separar la mera opinión de la verdad científica.
En todo caso, recordar a los principales líderes políticos de la democracia ciertos principios básicos y generalizables no está de más, dado el deterioro del comportamiento que se observa en numerosas democracias. Es fundamental admitir que estos principios están más cerca de la ética que de la gestión (el management).
De ahí que, siendo la corrupción un factor esencial en la pérdida de confianza, no se comparta la opinión de quienes no consideran grave ni peligroso para la legitimidad democrática tal deterioro de la confianza, sobre todo cuando la corrupción se convierte en el modo “normal” de hacer las cosas, el deterioro de imagen dificulta la selección de los mejores para la conducción de asuntos públicos, al alejar de la política a candidatos honestos y competentes; además de atentar contra los principios fundamentales en que se sustenta la propia democracia -como la igualdad política-, reduciendo, con ello, su legitimidad normativa.
Si la desconfianza hacia la clase política y el rechazo de la propia política son un problema importante para las democracias, y si una de las causas fundamentales del descontento y desencanto -tal vez: lo cardinal- de ese rechazo es la corrupción política, entendiéndose ésta como la descomposición (en tanto que: desnaturalización, desarreglo, deterioro) de la propia política y lo que ella implica, parece claro que la solución pasa por enfrentar y reducir tal flagelo y por fortalecer un liderazgo público basado en el respeto a los principios y valores de la democracia, un liderazgo que renueve los lazos de confianza entre representantes y representados. Por supuesto que este fortalecimiento es mucho más necesario en unos países que en otros, y también que es mucho más difícil en ciertos países que en otros. Pero en todas las democracias esta relegitimación de la acción política es necesaria (“imprescindiblemente”).
De ahí que no se puede quedar inalterable (en tanto que: inflexibles e inconmoviblemente) ante su deterioro en imagen y en apoyo cívico. Del mismo modo, si los políticos son cada vez menos fiables para la ciudadanía, las elecciones tendrán cada vez un menor valor para los ciudadanos que aún voten. Si la política es una actividad despreciable, se producirá -con el tiempo- una selección adversa de participantes en la misma; es decir, a ella sólo acudirán los peores. Y así... sucesivamente. Por todo ello, se estima que el deterioro de imagen tiene importancia y que preocuparse por tal deterioro es substancial, siendo ineludible el ocuparse en su corrección, no sólo para la ciencia política, sino -también- para la mejora drástica del funcionamiento del actual régimen y el regreso futuro de la tan anhelada democracia venezolana. http://www.el-carabobeno.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario